Santiago bajo el agua: el drenaje pluvial que nunca drenó
Santiago bajo el agua. – Las lluvias de este jueves no solo inundaron calles y avenidas de Santiago, también desbordaron la paciencia ciudadana y dejaron al descubierto un problema estructural que la ciudad arrastra desde hace años —el colapso del drenaje pluvial—, ahora agravado por falta de mantenimiento, improvisación municipal y ausencia de planificación urbana.
En menos de una hora de aguacero, la ciudad colapsó incluyendo el tránsito vehicular por más de tres horas.
Avenidas emblemáticas como la Juan Pablo Duarte, Estrella Sadhalá, 27 de Febrero, Monumental en la zona del elevado se transformaron en canales improvisados donde los vehículos quedaron varados, el tránsito se paralizó, incluso en sectores donde “nunca antes se había acumulado agua”, según reconocen los propios vecinos.
Santiago ha experimentado en los últimos años una expansión urbana acelerada, pero su infraestructura pluvial parece seguir anclada en otra época.
Las imágenes de un elevado inundado —símbolo del progreso vial— se viralizaron rápidamente, convirtiéndose en la metáfora más dura del problema, una ciudad moderna y con un turismo en desarrollo en apariencia, pero incapaz de resistir una lluvia intensa sin desmoronarse bajo el agua.
La zona donde se construye la nueva estación de bomberos, quedó completamente bajo agua y en sectores como Los Jardines Metropolitanos, Gurabo, Pontezuela y Hoya del Caimito, el agua alcanzó niveles alarmantes, afectando viviendas y la movilidad urbana.
El colapso del tránsito fue absoluto.
En cuestión de minutos, la “Ciudad Corazón” quedó sin arterias, apenas cesó la lluvia, las redes sociales estallaron, con videos y fotografías inundaron los muros virtuales tanto como el agua lo hizo en las calles.
Los santiagueros no solo denunciaron los daños, sino que se lanzaron en críticas directas a la gestión del alcalde Ulises Rodríguez, acusando descuido y falta de mantenimiento en los sistemas pluviales.

“Cuando Abel Martínez era alcalde, eso no pasaba; los imbornales se limpiaban y había mantenimiento”, decía un comentario que se replicó miles de veces en X (antes Twitter) y Facebook.
Otros usuarios ironizaban: “Si los bomberos van a estar en la entrada de Santiago, más vale que compren un yate, porque ahí no hay cómo salir cuando llueve”.
Más allá del sarcasmo, el mensaje ciudadano fue claro: la gestión municipal tiene que asumir responsabilidades.
La voz de un regidor y la indignación política
El regidor Odalis Tejada, del Ayuntamiento de Santiago, también se sumó a las críticas al denunciar públicamente, mediante un video grabado en el Reparto Coquette, el “colapso total del drenaje pluvial” y la necesidad urgente de una intervención.
“Estamos haciendo un llamado al alcalde Ulises Rodríguez para que venga en auxilio de la gente. Los recursos están llegando al Ayuntamiento y no se están viendo reflejados. No se puede gobernar con la ciudad anegada”, expresó el edil.
Las declaraciones de Tejada reflejan un malestar creciente dentro del propio cabildo, donde algunos regidores han comenzado a cuestionar la gestión de obras públicas municipales.
La ciudad sin respiraderos
Expertos en urbanismo y líderes comunitarios coinciden en que la obstrucción de los imbornales y cañadas, la falta de limpieza de drenajes y la ausencia de obras pluviales complementarias en nuevos desarrollos residenciales y comerciales están provocando el efecto dominó que se vive cada vez que llueve.
La Defensa Civil, dirigida por Francisco Arias, mantiene monitoreo permanente en los puntos críticos: La Cañada del Diablo, Arroyo de Gurabo, Río Pontezuela, Fracatán, Jacagua y Hoya del Caimito, entre otros. Pero los operativos de emergencia solo mitigan los síntomas de un problema estructural, no su causa.
Lo ocurrido este jueves fue más que un fenómeno natural; fue un aviso urbano.
Una ciudad que se enorgullece de su desarrollo y modernización no puede seguir paralizándose ante cada aguacero.
El drenaje pluvial, invisible cuando funciona, se ha convertido en el espejo más claro de la gestión municipal.
Santiago no necesita discursos de emergencia: necesita planificación, mantenimiento y responsabilidad. Porque si cada lluvia convierte la ciudad en un lago, lo que está en juego no es solo la movilidad: es la credibilidad de una gestión y la confianza de toda una ciudadanía.

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