Sin reglas, sin frenos: vidas perdidas en las carreras de motocicletas clandestina

Con adrenalina y exceso de velocidad, jóvenes desafían la ley en las calles del país
Con motores rugiendo y el asfalto como escenario, jóvenes de distintas provincias protagonizan carreras ilegales que se desarrollan en plena vía pública. Buscan emociones extremas, sin medir las consecuencias. Estas competencias clandestinas ponen en riesgo no solo sus vidas, sino también las de conductores y peatones inocentes.
Pero algunos de sus protagonistas dicen querer cambiar el rumbo. Aseguran que buscan dejar la ilegalidad para convertir su pasión en un deporte formal. ¿Qué tan cerca está esa transición?
En la pista Grupo Alonzo, en Sierra Prieta, Monte Plata, más de 90 pilotos compiten de manera organizada, bajo medidas de seguridad y con equipos certificados. José Luis Sánchez, piloto y director del Intrant en Santiago, explica que los trajes y cascos utilizados «son elaborados en Italia y Estados Unidos, con protecciones vitales para cualquier caída».
Organizadores como William Parra aseguran que han implementado protocolos: «Tenemos una ambulancia fija sábados y domingos, con personal médico y terapeuta; y la Policía nos brinda apoyo con unos 25 efectivos por día».
Entre los corredores, hay historias de transformación. Víctor Osvaldo Domínguez, quien antes participaba en carreras ilegales, hoy representa al país en competencias internacionales. «Aquí he logrado todo lo que tengo… mi casa, mi carro, y un contrato anual de 150 mil pesos», cuenta con orgullo.
Otros, como Strolin Capellán, ven en la pista una herencia familiar y un sueño pendiente: «Mi papá quería ser campeón, pero nunca pudo. Yo quiero llegar al mundial de Moto GP, la categoría reina».
Sin embargo, fuera del circuito controlado, la realidad sigue siendo peligrosa. En autopistas y avenidas de todo el país -como Las Américas, la Duarte y la 6 de noviembre, las carreras clandestinas continúan cobrando vidas.
La Ley de Tránsito y Movilidad prohíbe desde 2017 las competencias en vías públicas, y las sanciona como homicidios culposos cuando provocan muertes. Pero la aplicación sigue siendo débil. «Los que corren en las calles están atentando contra la vida, y eso tiene consecuencias penales», enfatiza Crespo.
Mientras tanto, asociaciones como la que representa Jeffry Ruiz aseguran estar trabajando con jóvenes para ofrecerles una salida: «Alrededor de 50 muchachos que no tenían papeles este año ya están en clases. Queremos que la juventud cambie».
Aun así, los accidentes no se detienen. En septiembre, un corredor murió en Sabana Grande de Boyá, sumando una víctima más a la larga lista de «muertes sobre ruedas».